A nivel mundial, se estima que anualmente se generan alrededor de 92 millones de toneladas de desechos textiles, el equivalente a un camión de basura lleno de ropa, que terminan en vertederos cada segundo. Y como si esto fuera poco, según la Fundación Ellen MacArthur, una destacada organización sin fines de lucro dedicada a la sostenibilidad, el 87% del material en la ropa termina incinerado o en un vertedero después de su uso final; el resto tiende a ser utilizado en cosas como trapos, materiales de aislamiento y relleno de colchones. Solo el 1% del material utilizado para producir ropa se recicla en nueva ropa. A pesar de que muchas personas y ciudades han adoptado la ética de cero residuos a través de acciones como el compostaje y prácticas estrictas de reciclaje, llevar una vida sin residuos puede ser más difícil de piensas. Muchos productos, incluida la ropa, están hechos de diferentes materiales que no se pueden reciclar a través de los sistemas municipales de reciclaje básicos.

Comprender las complejidades del reciclaje nos lleva a la conclusión de que, aunque definitivamente debemos seguir haciéndolo, también es importante que todos asumamos nuestra responsabilidad para solucionar el problema de raíz y disminuir la generación de desperdicios. Es importante comprender que el reciclaje no es la solución absoluta y que es clave reducir nuestras tasas de consumo (los consumidores compran ahora un 60% más de ropa de lo que solían y la conservan durante la mitad del tiempo que hace cincuenta años, según un estudio de McKinsey). Adicionalmente, las empresas deben comenzar a diseñar productos destinados a durar por mucho mas tiempo, y en vez de productos diseñados para ser utilizados una vez y descartados. Finalmente, los consumidores deben continuar cuestionandose de dónde provienen todos los bienes y servicios que consumen y tomar decisiones más acertadas y concientes a nivel ambiental y social al momento de realizar una compra.